La verdad es que estos días de playa en familia nos están viniendo fenomenal. Ya os contaba el otro día que necesitaba unas vacaciones, pero lo que no sabía era que también Martín las necesitaba.
A veces pensamos que nosotros somos los que estamos cansados de trabajar y de la rutina, y no pensamos en los más pequeños. Pero ellos también se aburren de levantarse todos los días y separarse de sus padres, para pasar la mañana (y eso con suerte) en la guardería con otros niños igual de cansados e irascibles que ellos por estas alturas del año.
Así que gracias a estos días la relación familiar entre los tres ha sufrido un cambio radical a mejor. Todos estamos más contentos, más felices y más relajados. Tanto, que ahora no me preocupa nada que se manche, se caiga o de vez en cuando me pida el chupete. Estoy en “modo zen” y eso él también lo nota.
¿O no está hecho el verano para esto?
Los niños son niños, y tienen que correr y caerse; divertirse y gritar y comer un helado y mancharse.
¿Qué me toca hacer dos lavadoras al día en lugar de una? ¡Pues no pasa nada! La carita de felicidad que le veo mientras lo chuperretea y me dice “¡Mía mamá tate!” (o sea, “¡mira mamá chocolate!”), no tiene precio. Y a la que se me cae la baba entonces es a mí. 😉
Ayer fue una de esas tardes para recordar. Estos días son las fiestas de Dénia, y como cualquier fiesta que se precie, las ferias o barracas (como se decía en mi tierra) se han instalado también aquí. Y además en un sitio privilegiado, entre el mar y el puerto, con unas vistas impresionantes. Así que bien merecían una visita a la caída del sol y pasarlo bien en familia.
Las fotos hablan por sí solas, Martín lo pasó genial entre las distintas atracciones, corriendo de un lado a otro por la arena, mientras decidía en qué sitio quería montarse. Y nosotros felices por verle así a él.
Justamente de esto trata el eslogan de los zapatos Garvalín, de que “los niños tienen que ser niños”, y que el calzado se adapte a sus movimientos. Os lo contaba en este post en el que pude conocerlos junto a Sara Carbonero.
Yo antes me preocupaba mucho por que los zapatos fueran bonitos, o las sandalias de verano estilosas, y al final me he dado cuenta de que no sirve de nada si no son cómodas para esos pies tan pequeños como inquietos. Y en el caso de Martín más todavía. Así que él va feliz con sus sandalias, con las que puede correr y encima le transpira el pie, por lo que no hace falta calcetines y va fresquito.
Os dejo con las fotos, y os animo este verano a despreocuparos de lo no importante, a disfrutar de las pequeñas cosas y a volver a ser niños de nuevo.
¿Os animáis a correr, divertirnos y marcharnos juntos?
* Post en colaboración con Garvalín.
Toda la razón, el verano está para divertirse y sobre todo relajarse, yo tengo más trabajo con las niñas y en casa también pero estoy en modo Zen también así que cierro los ojos y veo menos el caos jajaja
Son fotos muy bonitas.
Se ve que disfruta mucho con la feria
Que positividad me has mandado con tu post! He visto la luz al final del tunel, jajaja! Ójala y Mario y una servidora nos relajemos en vacaciones y haya paz y armonía, porque llevamos unos días….
Seguid disfrutando de las vacas!
Rocío
Claro que necesitan ese desahogo del mundo infantil más horas del día. Me refiero a que a veces les absorbemos con el mundo adulto y no son capaces de sentirse completamente libre. Muy buena reflexión.
Los tenis son chulísimos! 😉
Un saludo!